martes, 31 de mayo de 2016

Mayo-2016 Pablo Dávalos En el capitalismo, el discurso económico tiende a transferir a los objetos propiedades que pertenecen a...


Mayo-2016

Pablo Dávalos

En el capitalismo, el discurso económico tiende a transferir a los objetos propiedades que pertenecen a los seres humanos. La constatación más evidente de ello está en el concepto de “capital”. En ese concepto, la referencia inmediata es a los objetos, como máquinas, tecnologías, o dinero, pero nunca se visualiza a los seres humanos y, peor aún, a los procesos históricos que los subyacen. Se considera a una máquina, una tecnología o una cantidad de dinero como capital prescindiendo de los seres humanos que son parte fundamental de su existencia.
Marx había identificado a ese fenómeno como alienación o fetichismo de la mercancía, y el filósofo G. Luckács identificaría a ambos como reificación (también lo denominaba: “objetivación fantasmal”). La cosificación, o reificación, da cuenta de un fenómeno paradójico: los seres humanos crean al mundo, pero éste no les pertenece. Así, la realidad se les aparece como algo extraño y por fuera de sus propias condiciones y su propia historia. En el fetichismo mercantil, los seres humanos otorgan a las mercancías poderes taumatúrgicos sobre su propia realidad. Los luditas, por ejemplo, veían en las máquinas la explicación de su desempleo, no en las relaciones históricas generadas desde el capitalismo.

La cosificación y el fetichismo configuran una especie de ontología del capitalismo en la cual la existencia de lo Real está en los objetos, no en los seres humanos. Los seres humanos deben apelar a los objetos para demandar presencia ontológica, es decir, para reclamar existencia y reconocimiento. Un ser humano sin objetos que atestigüen y certifiquen esa existencia, se convierte en un ser humano por fuera de toda posibilidad de reconocimiento social. Es un paria del sistema. En el capitalismo, para ser es necesario tener. En inglés el término “looser” se ha convertido en la expresión que designa esta subordinación de lo humano en los objetos, un término, además, con una fuerte carga peyorativa. De esta forma, la mirada que los seres humanos tenemos sobre nuestra propia realidad, es una mirada alienada, cosificada.

Ahora bien, contradictoriamente es esta misma mirada alienada y cosificada la que consta como sustrato analítico, teórico y epistemológico cuando se estudia a los territorios y la desposesión en el discurso crítico del extractivismo y de la economía ecológica.

En efecto, en el discurso crítico sobre el extractivismo los territorios aparecen de la misma forma que aparece la noción del capital en la economía: como un objeto externo y alienado a los seres humanos; como un objeto sin historia ni referencias sociales. La mirada alienada produce una cesura radical entre el territorio, al cual lo convierte en objeto del deseo de la codicia del capital, y los seres humanos, que se transforman en víctimas de esa codicia y que son expulsados de ese territorio. Así, el discurso crítico del extractivismo parte de una constatación evidente, pero constituida desde la alienación y el fetichismo.

Marx advertía que el capital no es una cosa sino una relación social mediada por sus condiciones históricas concretas. De la misma manera para el territorio, este no es un objeto del deseo, es una relación social y, añadiría, simbólica, mediada por esas relaciones sociales, históricas y simbólicas. Cuando la mirada cosificada se posa sobre un fenómeno histórico tiende a replicar las cesuras provocadas desde el poder.

Eso es lo que sucede con la mirada cosificada del discurso crítico sobre el extractivismo. El territorio se convierte en objeto sobre el cual se ejerce la violencia de la acumulación del capitalismo. El discurso sobre el extractivismo, cuando opera desde la cosificación, mira a los territorios como objetos desprovistos de toda relación social y toda significación simbólica. En tanto objetos, los territorios se vinculan a las estrategias de la acumulación como mercancías y sometidas a los mismos procesos que cualquier otra mercancía.

La descripción del proceso de desposesión de los territorios realizado por el discurso crítico sobre el extractivismo no deja de corresponder a la realidad de la violencia de la acumulación, pero no por eso deja de ser un discurso alienado; de la misma forma que el discurso económico que considera a las máquinas, la tecnología o el dinero, como formas de capital y como mecanismos de ahorro-inversión, si bien da cuenta de los procesos de inversión y rentabilidad del capital, no por ello deja de ser una mirada cosificada.

Desde esa visión cosificada, el extractivismo aparece como actividad económica concreta que opera sobre recursos económicos, asimismo, concretos. Así, extractivismo es, valga la tautología, extraer renta de recursos naturales, en especial, mineros, hidrocarburíferos, biodiversidad, agronegocios, entre otros, a través de mecanismos de circulación capitalista global, sobre territorios determinados y, al mismo tiempo, la expulsión de los habitantes de esos territorios por medio de la violencia.

En esta visión cosificada, la relación entre territorios, extracción, renta, despojo, y circulación del capital, se convierte en una relación lineal causa-efecto, y se pierde toda consideración histórica, social y simbólica del territorio, amén de la dialéctica entre dominación y resistencia. El discurso crítico sobre el extractivismo añade las dimensiones sociales y simbólicas de los territorios, por fuera de las dinámicas del extractivismo, porque en realidad lo considera como una actividad concreta de extracción o, utilizando un extraño neologismo que proviene de E. Gudynas: “extrahección”, es decir: “extracción con violencia”.

Sin embargo,  los territorios son producciones humanas. Son tan objetos como podría ser una máquina o una tecnología determinada, que fuera de su contexto social pierde toda significación. Aquello que explica al territorio es su contenido humano. El territorio, por tanto, no es una cosa, no es un objeto por fuera de esas relaciones humanas. No es un contexto geográfico en el que consten determinados recursos y sobre el cual se despliega la historia humana. El territorio es más que eso. Es una trama humana, condensada en su historia, y es esa trama la que crea y re-crea a los territorios, la que les da su significación y proyección en la sociedad.

Si esto es así, los territorios se crean y re-crean constantemente, y van más allá de cualquier referencia geográfica concreta. Los seres humanos producen los territorios y estos a su vez inciden sobre los seres humanos. Se produce una especie de simbiosis, de relación de complementariedad, de reciprocidad. Para los pueblos indígenas, por ejemplo, es tan importante la relación con los territorios que estos forman parte de su propia ontología política. En esa creación y re-creación de los territorios, las dimensiones que emergen son múltiples, en especial aquellas que se determinan desde lo simbólico.

De los territorios con referencias espaciales específicas y que tienen características geográficas concretas y que se han constituido a lo largo del tiempo, los seres humanos también han creado territorios totalmente simbólicos y que no constan en ninguna geografía específica. Son territorios virtuales. Quizá no tengan las características específicas de un territorio físico y geográfico, pero eso no quita el hecho de que sean producciones humanas y que compartan aquellas significaciones fundamentales de todo territorio: espacios de vida, identidad, convivencia, referencia, e historia.

Los territorios son una expresión más de la realidad humana. Forman parte de esa realidad histórica y social. De la misma forma que la riqueza es creada desde las posibilidades humanas, los territorios, físicos o virtuales, entran en esa compleja y contradictoria realidad de lo humano como creaciones concretas del mundo humano. Así, una máquina, o una tecnología, o una cantidad de dinero, se convierten en capital cuando alteran el entramado histórico y social al cual pertenecen, no son capital en sí mismas, su condición de ser capital nace ya condicionada por ese entramado histórico desde el cual han sido creadas; de esta misma manera, un territorio, físico o virtual, siempre hace referencia a ese entramado histórico y social y a las interacciones que desde él se generan. Intervenir sobre un territorio es intervenir sobre la complejidad y la totalidad humano-social de la historia. Es alterar las significaciones que se han construido desde esos territorios y que dan sentido a la vida humana.

Ahora bien, la violencia del capitalismo, como violencia fundamental y radical, tiende a separar a los seres humanos de su propia historia. La forma mercancía emerge y se constituye, precisamente, desde esa violencia fundamental. De la misma manera que se separa al productor de su producto, también se separa a los seres humanos de sus territorios, y se convierte a los territorios en ob-jetos (ob: fuera de sí; jetos: lanzar, arrojar).

En el capitalismo, lo Real en cuanto realidad se convierte en ob-jeto; es decir, en algo que está fuera de los seres humanos, en algo que no les pertenece, en algo con lo cual los seres humanos no se identifican. Así, lo Real se cosifica. Al cosificarse se separa radicalmente de los seres humanos y de la creación de su propia realidad y se presenta como algo extraño a ellos. Los seres humanos crean la riqueza social a través de la producción pero también crean y re-crean a los territorios como espacios simbólicos, independientemente de su realidad geográfica o física, pero la separación radical que produce la violencia del capitalismo los hace aparecer como estructuras cosificadas de Lo Real. Los seres humanos se crean a sí mismos a través de las cosas, pero no ven esas relaciones sociales que se tejen detrás de las cosas. Proceden de la misma manera con respecto a su territorialidad. Los territorios dejan de ser esa producción humana para convertirse en objetos; en evidencias físicas y objetivas, en realidades externas a la historia humana. En fuente de aprovisionamiento, escenario, o vertedero de desechos.

Mas el proceso de separación entre los seres humanos y su propia realidad tiene en la teoría, especialmente en la ciencia moderna, un discurso que lo sanciona y legitima socialmente. La ciencia moderna es un elemento clave para la cosificación del mundo. Quizá el mejor ejemplo de cómo un discurso científico sanciona y legitima la cosificación de lo Real esté en la economía. En efecto, como discursividad, la economía no pretende ni descubrir, ni esclarecer los mecanismos de la cosificación del mundo. Más bien al contrario, la economía los encubre y los recubre de un manto de legitimidad social e histórica. Quizá el mejor ejemplo de ello sea el discurso económico sobre los salarios.

En efecto, la economía pretende explicar el comportamiento de los salarios con categorías teóricas que no son económicas sino demográficas (por ejemplo el concepto ricardiano de los “bienes salario”), porque no existe ninguna posibilidad teórica de definir un valor para el salario, y eso por una razón epistemológica fuerte: no hay ninguna ley del valor, al interior del discurso económico, que explique el precio del salario (peor aún la denominada Ley del valor-trabajo). No obstante, la noción de salario se legitima a nivel social y los trabajadores no disputan la producción de la riqueza sino el incremento del salario en los contratos laborales. Esto significa que el productor no reclama el producto que ha creado, aunque ese producto sea su propia sociedad y su propia historia, sino que se contenta con un pago en moneda por algo que nada tiene que ver con el hecho de que la sociedad en la que vive ha sido creada por él mismo pero que, sin embargo, no le pertenece. El pago del salario está hecho para garantizar que el trabajador no reclame lo que de por sí le pertenece: su propia vida.

Quizá otro ejemplo de la forma por la cual el discurso de la economía es funcional para encubrir y proteger la cosificación de lo Real está en la inflación de los precios que es presentada y asumida como fenómeno estrictamente económico y monetario, cuando en realidad es básicamente un fenómeno político.

Un proceso similar se puede apreciar en el discurso sobre el extractivismo como discurso cosificado. Este discurso asume el territorio como un objeto.  Al considerarlo como un objeto, le desaloja de toda consideración simbólica y, en consecuencia, de toda pertenencia a la totalidad humano-social. Si en el discurso de la  economía, el concepto de salario encubre el hecho de que su consistencia teórica está hecha para garantizar y legitimar la separación del productor con respecto a su producto, en el discurso del extractivismo, se provoca un pliegue en el cual el territorio se desprende de todas sus referencias simbólicas para aparecer solo como objeto susceptible de generar renta. En ese pliegue, el territorio pierde su significación simbólica y se convierte en recurso natural. De la complejidad que lo estructura y lo define, solo queda la utilidad que, a su vez, es integrada a la esfera del oikos.

Como ob-jetos, los territorios aparecen por fuera de la sociedad y se convierten en escenario o disposición geográfica. De esta forma, el pensamiento crítico que quiere deconstruir y cuestionar la dinámica extractivista, finalmente coincide con el discurso extractivista: los territorios se convierten en objetos geográficos que poseen recursos susceptibles de ser mercantilizados. Para este pensamiento cosificado, la historia se convierte en destino: los pueblos están condenados a la violencia del capitalismo porque sus territorios son ricos en recursos naturales. Es la “maldición de la abundancia”, la “enfermedad holandesa”, o el “determinismo tropical”, entre otros ideologemas.

Así, se produce una convergencia entre el discurso del extractivismo y el discurso crítico del extractivismo. Ambos ven en los territorios los recursos naturales que, de una manera u otra, generarán rentas. Para el discurso extractivista, en su versión más simple e ideológica, esa renta puede crear las condiciones para el desarrollo económico, el crecimiento y la superación  de la pobreza; para el discurso crítico del extractivismo, esa renta más bien perpetúa la pobreza, genera externalidades negativas, y acentúa el “mal-desarrollo”. Empero, en ambos discursos subyace, como fondo, la cosificación. Quizá sin proponérselo, el discurso crítico del extractivismo termina siendo el envés de una misma praxis de poder.

Ahora bien, si la violencia del capitalismo separa al productor de su producto, y a la sociedad de su propia historia, el discurso crítico debe realizar una especie de sutura sobre ese desgarre. El discurso crítico no puede ni repetir, ni adscribir, ni suscribir la cosificación del mundo. El discurso crítico debe advertir de la reificación del sistema y debe partir de una posición crítica con respecto a esta cosificación. Si la estructura de la realidad está desgarrada por la cosificación, es necesario denunciarla y proponer una crítica que le permita a la sociedad recuperar aquello que legítimamente le pertenece: su propia historia.

No existe una “maldición de la abundancia” en los territorios, porque estos no son culpables de la violencia de la acumulación del capital, ni tampoco una “enfermedad Holandesa”. El extractivismo no es solamente extraer renta de los recursos naturales de los territorios, en realidad es la expresión por la cual la acumulación capitalista separa a la sociedad de sus contenidos simbólicos y referencias históricas que se presentan y re-presentan en los territorios, cualquiera sea la forma que estos asuman.

Un pozo petrolero, o una mina a cielo abierto, o una plantación de transgénicos, o una represa hidroeléctrica, entre otros, si bien representan dinámicas del extractivismo, no lo agotan ni lo evidencian en su totalidad. El extractivismo va más allá de eso. El extractivismo interviene sobre los territorios en sentido amplio de la misma manera que la explotación fabril interviene sobre la creación de riqueza y enajena a los trabajadores de su propia vida en sentido histórico.

Si los territorios son creaciones humanas que se crean y re-crean constantemente, y si aquello que los caracteriza es dotar de identidad, referencia y convivencia a la vida humana y social, entonces el extractivismo cuando interviene sobre los territorios, también altera las dimensiones de identidad, referencia y convivencia de toda sociedad. El extractivismo, efectivamente, coloniza los territorios y extrae de ellos recursos naturales que los vinculan a la financiarización y circulación mercantil, pero también destruye las identidades, las referencias simbólicas y la convivencia social asociadas y vinculadas a ese territorio. Las identidades, referencias y convivencias, al ser colonizadas por la violencia del extractivismo, se difractan en fragmentos en los cuales la sociedad no puede reconocerse.

Los seres humanos, y las sociedades, producen constantemente territorialidades, porque son puntos de referencia para su propia identidad, de su ser-en-el-mundo. Existe una especie de ontología y también una fenomenología en los territorios. Por ello, cuando el extractivismo fractaliza los territorios, es decir, los desintegra en múltiples fragmentos, la sociedad busca la forma de re-crear desde nuevas condiciones, aquello que ha perdido. Necesita crear esos referentes que le asignen una estructura coherente para su propia vida. Esa creación es inherente a la resistencia al extractivismo. Pero esa resistencia debe ser domeñada. A la fragmentación de los territorios corresponde una dialéctica de re-creación de nuevas territorialidades desde la violencia extractiva.

En efecto, la dinámica extractiva, al mismo tiempo que desintegra los territorios, los reintegra en nuevas territorialidades construidas desde la lógica de la cosificación del mundo. Al ser desalojados de toda referencia histórica, de toda memoria ancestral, de toda posibilidad de convivencia y solidaridad, reaparecen como territorios vacíos, como espacios sin historia ni memoria. Los territorios que emergen desde la violencia capitalista, son espacios de disciplina y control. De vigilancia y obediencia. De jerarquía y orden. De utilidad y función. Los territorios que emergen desde el extractivismo son aquellos que el antropólogo francés Marc Augé denominaba los No-Lugares: espacios homogéneos en su arquitectura y funcionalidad, que permiten una identidad común y accesible a toda la sociedad bajo las prescripciones del capitalismo y la cosificación. El ejemplo más pertinente es aquel de los centros comerciales o los aeropuertos, pero también pueden ser adscritos a su lógica la estructura misma de las ciudades modernas.

El extractivismo, por tanto, no es solo un pozo petrolero, una refinería, una plantación, una mina a cielo abierto, entre otros, sino también los No-Lugares. Las ciudades disciplinarias, los espacios homogéneos y funcionales en los cuales se despliega el mundo unidimensional del homo economicus. Pero los No-Lugares no podrían ser funcionales sin una lógica concentracionaria que los integre y discipline. Un centro comercial es un No-Lugar, que también replica la lógica concentracionaria, como espacio de disciplina, orden, control y vigilancia.

Considerar al extractivismo como una dinámica de la violencia del capitalismo que desgarra la totalidad humano-social, abre espacios para una crítica más radical y permite incorporar al horizonte crítico aspectos que antes quizá pasaban al margen de las dinámicas extractivas pero que forman parte inherente de ellas. Si existen territorios que son virtuales, entonces necesitamos una posición teórica que nos permita comprender cómo funciona el extractivismo en esos territorios virtuales. Cuál es la significación de esa intervención y de qué maneras son colonizados desde el extractivismo esos territorios virtuales.

El extractivismo desterritorializa lo Real para re-territorializarlo en los No-Lugares y en las dinámicas disciplinarias y concentracionarias del capitalismo tardío. El extractivismo no es un fenómeno que aparece en la periferia del capitalismo, sino que lo constituye en su esencia. Las resistencias al extractivismo implican la re-creación de nuevas territorialidades que disputan su sentido de identidad, pertenencia, y referencia a los No Lugares y a las lógicas disciplinarias y concentracionarias.

La resistencia al extractivismo siempre ha posicionado como estrategia su defensa a la vida. Las comunidades que resisten el extractivismo están plenamente conscientes que aquello que está en juego es la vida, tanto de su comunidad, cuanto de ellos mismos. Para ellos el territorio no es una cosa que pueda generar renta, es parte de su vida misma. Cuando la violencia extractiva los desaloja de sus territorios, se convierten en aquellos caminantes de los que hablaba Brecht: de aquellos que llevan siempre consigo un ladrillo para mostrarle al mundo como era su casa.






lunes, 23 de mayo de 2016

En definitiva, frente a la crítica situación socioeconómica que vive el país, agravada por los desastres naturales, el régimen correi...




En definitiva, frente a la crítica situación socioeconómica que vive el país, agravada por los desastres naturales, el régimen correista continúa descargando la crisis sobre las espaldas de la población más pobre y aprovecha el estado de shok colectivo provocado por los desastres naturales para obtener recursos financieros y mantenerse en el poder, cuando la alternativa real debía ser justamente la contraria: que sean los más ricos sean los que más contribuyan para enfrentar la recesión y la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto.

El terremoto del 16 de abril puso al descubierto la falta de previsión y preparación de la sociedad, pero sobretodo del Estado, frente a los desastres naturales que la ciencia y la historia nos dicen que han ocurrido y deben ocurrir inevitablemente.

En el aspecto coyuntural el desastre se presenta en una situación de crisis económica que se expresa en hechos como el casi nulo crecimiento del PIB, la caída de los precios del petróleo y las exportaciones, el déficit fiscal cercano a los 10 mil millones de dólares, el acelerado nivel de endeudamiento externo e interno, la ola de despidos tanto en el sector privado como en el público, la falta de liquidez por la disminución de depósitos en el sistema bancario, etc.

En el tema estructural, no se han realizado las transformaciones ofrecidas en las campañas electorales de la “Revolución Ciudadana”, tales como el cambio de la matriz productiva, la soberanía nacional frente a las transnacionales y la grandes potencias, una revolución agraria que garantice la soberanía alimentaria, la superación de la extrema pobreza, la disminución significativa de la desigualdad entre clases sociales, la democracia participativa, iguales oportunidades para el acceso a la educación y la salud, entre otras.

El sismo de abril ha sacado a flote las enormes carencias de un país desigual y atrasado. Por ejemplo: en los 10 cantones más afectados de Esmeraldas y Manabí, el 74,4% de la población no disponía de los servicios básicos y el 42,3% vivía bajo la linea de la pobreza por consumo.
Es decir, el modelo desarrollista y modernizante impulsado por el correismo ha tenido un rotundo fracaso, pese a haber contado con los recursos financieros más alto en la historia del país.

Políticas de Correa frente a la crisis

Frente a la grave crisis  humanitaria desatada por el terremoto, el gobierno de Correa ha aprovechado la situación para imponer una serie de leyes y medidas económicas que tendrán un fuerte impacto sobre la economía nacional y popular. Ente ellas podemos mencionar las siguientes:
- La llamada “Ley de Solidaridad”, aprobada por la Asamblea Nacional y el ejecutivo, cuyo aspecto medular es la elevación del el IVA del 12 al 14% con la cual se busca obtener unos 750 millones de dólares. Este impuesto es regresivo porque proporcionalmente lo pagan más los que menos tienen. Afecta más a la población de menores recursos que debe destinar un porcentaje mayor de sus esquilmados ingresos para adquirir productos como comida en restaurantes, compra de ropa, de electrodomésticos, o servicios como telefonía celular, asistencia a eventos culturales y un sinnúmero más. Los otros puntos que contempla dicha ley representan solamente unos 250 millones de dólares.

- Poco antes fue aprobada y está vigente la “Ley Orgánica de Equilibrio de las Finanzas Públicas”  que incrementó los impuestos a las gaseosas, cigarrillos y cervezas y otros. Más allá del pretexto utilizado por el gobierno argumentando que el objetivo de dicha Ley es cuidar la salud de los ecuatorianos, su objetivo es recaudatorio y afecta sobretodo a los dueños de pequeñas tiendas y negocios.

- La firma del Acuerdo Comercial con Europa, en la práctica un TLC, entra a la recta final con el nombramiento de Carlos Casinelli, representante de los grandes empresarios, como nuevo Ministro de Comercio Exterior. Este acuerdo tendrá graves consecuencias para la economía de los pequeños productores, especialmente agrícolas que no podrán competir con los productos importados de grandes transnacionales europeas y favorece a los grandes exportadores.

- El retorno al redil del FMI para obtener nuevos créditos que están condicionados a la aplicación de medidas de austeridad económica y elevación de impuestos y tarifas a los servicios básicos, aunque el gobierno lo niegue. Para muestra un ejemplo: ya está en marcha la subida del transporte.

- Se halla en trámite por parte de la Asamblea Nacional la Ley de Ordenamiento Territorial, Uso y Gestión del Suelo, con dos objetivos fundamentales: recaudar más tributos y ejercer control sobre los gobiernos locales (GADs)  a través de la creación de una nueva Superintendencia que regulará a los municipios, lo cual contradice las normas constitucionales.

- El anuncio de la venta de varios bienes y activos del Estado como la Hidroeléctrica Sopladora que es la tercera más grande del país, la CNT, empresa estratégica de las comunicaciones que más bien debería ser fortalecida, el Banco del Pacífico, La Flota Petrolera Ecuatoriana (FLOPEC), la empresa aérea TAME, dos canales de TV, entre otros. Es decir, se aceleran los procesos de privatización, accediendo a las presiones de los grupos de poder económico. “El terremoto ha constituido la ocasión propicia para el asalto a los bienes del Estado”, como lo señala el analista Jaime Muñoz Mantilla en su artículo “La doctrina del shok aterriza en el Ecuador” (Línea de Fuego, mayo 2016).

El cáncer de la corrupción

Además, siguen saliendo a la luz hechos que ponen de manifiesto la grave corrupción que aqueja a las más altas esferas del Estado. El último escándalo, a propósito de los “Panama Papers”, evidencia que los grupos económicos más poderosos del país han constituido empresas off shore en Panamá y otros paraísos fiscales, muchas veces para eludir impuestos e inclusive para lavar dinero ilícito.  En este affaire aparece involucrado al ex-Gerente de Petroecuador, Álex Bravo, que fue destituído por el Presidente Correa. Pero el tema va mucho más allá. Según la denuncia de Fernando Villavicencio, Álex Bravo, junto a personajes como el ex-Ministro Pareja Yannucelli, forman parte del grupo  Azul que, a través de la cobertura con la empresa australiana WPI, han manejado proyectos como la rehabilitación de la Refinería Estatal de Esmeraldas y han realizado más de 200 contratos a dedo por un enorme monto que estaría entre los 1500 y 2000 millones de dólares.

Una real alternativa

En definitiva, frente a la crítica situación socioeconómica que vive el país, agravada por los desastres naturales, el régimen correista continúa descargando la crisis sobre las espaldas de la población más pobre y aprovecha el estado de shok colectivo provocado por los desastres naturales para obtener recursos financieros y mantenerse en el poder, cuando la alternativa real debía ser justamente la contraria: que sean los más ricos sean los que más contribuyan para enfrentar la recesión y la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto.

Necesidad de la unidad para dar continuidad a la lucha

Hoy más que nunca es necesario impulsar y fortalecer el proceso de unidad de las fuerzas populares y las organizaciones sociales que se han movilizado en las calles en los últimos años por sus derechos fundamentales y continuar en la búsqueda de una alternativa económica, social, política y cultural para enfrentar al modelo capitalista decadente y depredador que se halla en crisis a nivel mundial.

De allí la necesidad de enfrentar el próximo proceso electoral con un programa clasista y popular que recoja las necesidades más sentidas por los trabajadores y las clases y grupos sociales oprimidos. También es necesario que la participación electoral sea con candidatos propios consecuentes con dicho programa y que garanticen la independencia de clase. No podemos volver a repetir los errores de la “izquierda” en el pasado que hipotecó sus luchas y sus fuerzas a candidatos de la burguesía como en los casos de Lucio Gutiérrez o Rafael Correa, los cuales una vez en el poder actuaron para mantener el sistema de explotación capitalista, favorecer los intereses de la burguesía y neutralizar la lucha social.

Movimiento al Socialismo.

Mayo 2016

La semana pasada, mientras el Gobierno se encontraba aprobando su nuevo paquete de impuestos eufemísticamente llamado “Ley de Solidaridad...

La semana pasada, mientras el Gobierno se encontraba aprobando su nuevo paquete de impuestos eufemísticamente llamado “Ley de Solidaridad” y tratando de deslindarse del escándalo de corrupción que involucra de lo que se conoce a Alex Bravo,  tuve la oportunidad de visitar las zonas afectadas por el terremoto del 16 de abril, especialmente en la provincia de Esmeraldas. Quiero compartir algunas impresiones que me dejó esta experiencia y que creo necesario que la sociedad debata.




El terremoto, más allá de los lamentables estragos que produjo y que son de dominio público, ha evidenciado la precaria situación de muchas de las zonzas afectadas, debido a los históricos procesos de depredación colonial y capitalista que han sufrido los pueblos del Ecuador,   particularmente los de la costa y dentro de ellos los de la provincia de Esmeraldas. Pueblos  empobrecidos que se hacen mucho más vulnerables a desastre sociales producido por los movimientos de la naturaleza.  

En el caso de la provincia de Esmeraldas, histórica e irresponsablemente abandonada por el Estado y por los gobiernos que se han sucedido en su administración, la situación pos desastre no puede ser peor. La poca y precaria infraestructura sanitaria, vial, urbanística, etc., ha quedado destruida; La ciudad de Esmeraldas en términos generales sigue siendo las misma ciudad empobrecida de siempre.  
Los pueblitos de pescadores transformados, sin ninguna planificación, en zonas turísticas han mostrado su crecimiento  desordenado y  deficiente para el turismo; los edificios de departamentos proliferan en las playas con poco criterio de ordenamiento del espacio y de los suelos, y sin la infraestructura necesaria para la cantidad de gente que acogen; la mayoría de vía de los centros turísticos son lodazales. Las comunidades de campesinos que se encuentran en la parte interna están devastadas por las  madereras, por la miseria a la que han sido sometidas por décadas, por la imposición de una perversa lógica mercantil, por el abandono total de los gobiernos nacionales y por la mala administración de los gobiernos locales. En definitiva, el terremoto solo mostró el empobrecimiento sufrido por una de las zonas más bellas y ricas en bienes naturales y culturales que tiene este país.

Para empeorar esta lamentable situación, los daños mayores no son producto del sismo natural sino del  terremoto político que sobre el primero está provocando el segundo. Crisis económica que afecta mucho más a los sectores y a las provincias más empobrecidas, impuestos que no discriminan a las poblaciones más necesitadas, vendettas políticas que afectan no a los gobernantes locales como es el caso de la prefecta de Esmeraldas, sino a sus pobladores; etc. Lo más perverso: una reconstrucción estatal de carácter autoritario que no permite a las comunidades afectadas reconstruir su vida con dignidad.  Lo que ha hecho el gobierno es establecer refugios que más que un hospedaje temporal y solidario para  las víctimas parecen campos de concentración. Las familias y comunidades afectadas están obligadas a someterse a la lógica vertical de los refugios, en los cuales lo que se hace es disolverlos en individuos sujetos a la voluntad de poder gubernamental.

Horarios rígidos para repartir los kits individuales de alimentos, en lugar de apoyar la rearticulación familiar y comunitaria para la reconstrucción  de la vida y de la producción. Es decir individualización forzosa de la vida que atenta contra la vida comunitaria, única garantía de recuperación después de un desastre de esta magnitud. Presión para que los refugios autónomos desaparezcan y se integren a los refugios estatales, lo cual hace más difícil que  las comunidades vuelvan a su vida cotidiana en condiciones de dignidad y relativa normalidad.    

Es urgente que las organizaciones sociales de las zonas afectadas y de todo el país asuman la reconstrucción comunitaria de la vida cotidiana de las provincias en crisis, de lo contrario tendremos mayor desastre social del que ya existe.



viernes, 20 de mayo de 2016

Carta enviada a la Asamblea Nacional en la que solicitamos rechazar el incremento del IVA Pablo José Iturralde CDES Se req...


Carta enviada a la Asamblea Nacional en la que solicitamos rechazar el incremento del IVA



CDES


Se requieren urgentes medidas fiscales solidarias para resarcir la crisis humanitaria que ha dejado el terremoto del 16 de abril. Pero estos esfuerzos de ayuda y reconstrucción solamente se pueden realizar con justicia social sostenida por la progresividad del régimen fiscal.

El ejecutivo envío la propuesta “Ley Solidaria y de Corresponsabilidad Jurídica por las Afectaciones del Terremoto” que propone tres capítulos con tres medidas fiscales progresivas y una transitoria regresiva que establece el incremento del IVA del 12 al 14%, siendo este un impuesto indirecto. En esta carta queremos argumentar por qué no debe ser aprobada por la Asamblea Nacional la transitoria.



La Constitución de la República en su artículo 300, enuncia que el régimen tributario “se regirá por los principios de generalidad, progresiv
idad, eficiencia, simplicidad administrativa, irretroactividad, equidad, transparencia y suficiencia recaudatoria”. Además, la propia norma establece que “priorizarán los impuestos directos y progresivos.” (Subrayado nuestro).

La doctrina económica reconoce que el IVA es un impuesto indirecto; es decir, un tributo que se impone sobre los bienes y servicios de consumo sin distinguir el nivel de ingresos o riqueza del consumidor. Además, diferentes estudios sostienen que el IVA es también regresivo porque consigue que las personas con menores ingresos tributen más en relación a sus ingresos, tal como lo explica la CEPAL: “El análisis de equidad vertical del IVA muestra que, si se usa el ingreso como medida de bienestar, el impuesto es regresivo en los tres países (Ecuador, Paraguay y Guatemala)”[1]. Asimismo, lo reconocen estudios prestigiosos como los de Thomas Piketty[2]. Incluso organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo BID, que apoyaron las recomendaciones de incrementar el IVA durante los noventa -con las cartas de intención neoliberal-, hoy reconocen la naturaleza regresiva del IVA[3].

El IVA es regresivo porque las familias de menor ingreso, deben destinar una parte mayor de sus ingresos a la adquisición de bienes y servicios de consumo, mientras que las familias con mayores ingresos pueden ahorrar y acumular riqueza, destinando una parte menor de sus ingresos al consumo y, por ende, al pago del IVA.

El Ministro Coordinador de la Política Económica, Patricio Rivera, al intentar demostrar la neutralidad del incremento, trajo el siguiente ejemplo: “una persona que se compra una ropa que cuesta U.S. 110, hoy esa persona paga UD$ 110 por la ropa, USD$ 13.20 por IVA, con los dos puntos de sobretasa, estaría contribuyendo USD$ 2.20adicionales, USD$ 15.40”[4] para probar que el incremento de dos puntos del IVA, le haría pagar solamente 2.20 adicionales por esa “ropa”. Pero ese ejemplo no muestra la regresividad del impuesto.

Para ilustrar la regresividad del IVA, pongamos el mismo ejemplo en otros términos: comparemos una familia, con ingresos mensuales de USD$ 4.000, que gasta USD$ 110 al mes en vestimenta; mientras que otra familia con el salario básico, equivalente a USD$ 366, gasta en vestimenta los mismos U.S. 110; en el ejemplo, ambas familias pagarían U.S. 15.40 por el 14% del IVA; pero mientras la primera familia destinó el 3% de sus ingresos en vestimenta, en cambio la segunda familia destinó el 30% al mismo objetivo. Asimismo, la familia más pobre pagó, en relación a sus ingresos, 10 veces más IVA que la familia más rica, en relación a sus ingresos.

En conclusión, el incremento del IVA contraviene la naturaleza de los principios que inspiraron la Constitución de Montecristi, porque:


El IVA es un impuesto indirecto, en tanto no se lo cobra directamente a quien paga por él (consumidores), sino a quien lo percibe (el vendedor del bien o proveedor de servicios gravados) al momento de realizar la transacción comercial. El IVA es además un impuesto regresivo, debido a que exige un mayor esfuerzo contributivo a quienes tienen una menor capacidad tributaria. Se paga una alícuota igual sin considerar su ingreso, o el decil económico al que pertenezca, siendo los pobres los que destinan una mayor parte de sus ingresos al pago de este impuesto. Es deber de la Asamblea Nacional, en uso de sus atribuciones constitucionales, argumentar en el trámite de aprobación o modificación de este proyecto, que el incremento de la tarifa de IVA de 12 al 14% es incompatible con las normas constitucionales y principios tributarios.

Por estas motivaciones, señores asambleístas, solicitamos no aprobar la disposición transitoria que incrementa el Impuesto al Valor Agregado en dos puntos porcentuales.

Está en sus manos no aumentar la carga tributaria a los sectores de la población más vulnerables, ya golpeados por el sismo económico internacional para el cual el país no estaba preparado.

Pablo José Iturralde

Director

Centro de Derechos Económicos y Sociales

[1] CEPAL, “Evaluando la equidad vertical y horizontal en el impuesto al valor agregado y el impuesto a la renta: el impacto de reformas tributarias potenciales. Los casos del Ecuador, Guatemala y el Paraguay”

Fuente: http://cdes.org.ec/web/3399-2/

La salida de Dilma y la posesión de Temer en la Presidencia de la República abren un nueva coyuntura en la situación política del país...


¿Adónde va Brasil?

La salida de Dilma y la posesión de Temer en la Presidencia de la República abren un nueva coyuntura en la situación política del país. La crisis política del gobierno y del régimen, abierta por la jornadas de junio de 2013, se agravó con la recesión económica, el desempleo y la inflación, y tiende a intensificarse frente a un nuevo gobierno que asume sin ningún respaldo popular.
Por: PSTU – Brasil
La crisis política es producto de la enorme insatisfacción popular de los trabajadores y de la juventud, que en las calles, en las huelgas, en las ocupaciones buscan cambios pero no son atendidos por los gobiernos.
Dilma y el PT hablan de que hay un golpe, una ola conservadora, para esconder sus males e intentar recomponer su base de sustentación. La clase obrera rompió con el gobierno porque vio en qué da el proyecto de conciliación de clases defendido por el PT: la continuidad de la política económica neoliberal y el mantenimiento de las desigualdades sociales del país.
La pérdida de apoyo popular al gobierno Dilma llevó alimpeachment de un gobierno que no tenía más las mínimas condiciones de gobernabilidad para imponer el ajuste que intentaba aplicar en pro de la burguesía, de modo que acabó descartado. Cambiando seis por media docena, el nuevo gobierno intenta acelerar el ajuste fiscal y otras medidas de ataque a los trabajadores. Temer, no obstante, no parece que tendrá mejor suerte. Rechazado en las calles, tendrá enormes dificultades de imponerse como gobierno y, así, superar la crisis interburguesa que derribó también a Eduardo Cunha y que confirma, una vez más, que no hay golpe sino una enorme crisis interburguesa.
La crisis política y económica es parte de una nueva situación de América del Sur, de crisis y rupturas con los gobiernos y de la vuelta a las luchas de los trabajadores.
El gobierno Macri, recién elegido en Argentina, ya enfrenta poderosas movilizaciones contra la suba de precios y tarifas. Temer asume en esa situación, con la necesidad de aplicar duros planes de ataques a los trabajadores. Ya anunció diversas medidas, entre las cuales está la reforma de la Previsión. Los trabajadores, sin embargo, no van a pagar por la crisis. La burguesía no consiguió cerrar la situación abierta en junio de 2013. La tendencia es a una profundización de la situación con el aumento de la polarización social. De un lado, más miseria y ataques. Del otro, más reacción. Por un lado, luchas más duras y radicalizadas, incluso en los métodos. Por otro, criminalización y brotes de ultraderecha del tipo Bolsonaro.
Más que nunca debemos seguir el ejemplo de los trabajadores griegos, franceses y argentinos que enfrentan a los gobiernos y sus planes de ajuste. Es preciso unir las luchas y construir una gran huelga general para sacar a Temer, Renan [Calheiros], Aécio [Neves], Bolsonaro… Sacar a todos ellos, impedir sus planes de ajuste y exigir elecciones generales ya, con nuevas reglas.
Es necesario exigir de la CUT, de la CTB, del MST y de las burocracias sindicales la convocatoria a una huelga general contra los ataques y en defensa de los derechos de los trabajadores y no por el “Vuelve Dilma”, porque divide a los trabajadores y, así, será un obstáculo al desarrollo de las luchas.
Ni Dilma ni Temer: solo un campo de los trabajadores puede hacer avanzar nuestras luchas y conquistas. Los trabajadores no pueden dividirse entre dos campos burgueses que tienen estrategia de conciliación con la burguesía.
Vamos a reforzar el Espacio Unidad de Acción y la CSP-Conlutas en la lucha por el fortalecimiento de un campo independiente de los trabajadores, de una alternativa por la construcción de un poder obrero y socialista sin patrones y sin corruptos.
La izquierda precisa sacar lecciones de la degeneración del PT, si no, vamos a nuevos PT’s. El PSOL, al presentar un programa en los límites del capitalismo, camina en el sentido de repetir los mismos errores del PT. En esos marcos, una ampliación de la política de alianzas, como la que se espera para las próximas elecciones, lleva a gobiernos de colaboración de clases. Ya vimos en lo que dio ese filme antes.
Es posible, en las luchas, apostar a la construcción de nuevas herramientas de lucha de los trabajadores y de la juventud. Avanzar en la autoorganización y la democracia obrera en las huelgas, en las ocupaciones de fábricas y escuelas. Construir la CSP-Conlutas como alternativa a las centrales oficialistas. Solo con la movilización podemos hacer avanzar la construcción de organismos como consejos populares para que los de abajo puedan gobernar, para tener a los trabajadores y el pueblo en el poder.
En ese proceso, precisamos construir un partido revolucionario, obrero y socialista. Las luchas que ya comenzaron y tienden a profundizarse en el Brasil y en América Latina y la ruptura progresiva de la clase obrera con el PT, exige que se retome el horizonte de la revolución socialista.
No tenemos el derecho de repetir los errores del PT. La tarea no es refundar un partido de colaboración de clases como quiere el Frente Brasil Popular ni construir partidos electorales para quien la elección es prioritaria en relación a la acción directa, y el horizonte no va más allá de la democracia burguesa y de reformas en este sistema podrido que solo produce desempleo y desigualdad.
Llamamos a todos los luchadores que están en huelgas y ocupaciones: vamos a poner en las calles el ”Fuera Temer”. ¡Fuera todos ellos y elecciones generales ya! Pero vamos juntos, también, a empuñar la bandera de la revolución socialista y luchar por un gobierno de los trabajadores formado por Consejos Populares, apoyado en la lucha de los de abajo.
Ese es el camino de la verdadera transformación social.
Traducción: Natalia Estrada.
Editorial de Opinião Socialista n.° 517, 19 de mayo de 2016.- www.pstu.org.br

jueves, 19 de mayo de 2016

Modelos económicos y polarizaciones políticas René Báez             ALAI: 16/05/2016 Acontecimientos recientes en el ...

Modelos económicos y polarizaciones políticas

           
ALAI: 16/05/2016

Acontecimientos recientes en el escenario latinoamericano, particularmente el revés electoral del kirchnerismo en la Argentina y la suspensión de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, han exacerbado el debate sobre los modelos/estrategias regionales de desarrollo recurrentes en la región desde la segunda mitad del siglo pasado.
Este breve estudio busca aportar a la referida discusión con algunos planteamientos historiográficos con soporte en la menospreciada economía política.
 Para comenzar, y a manera de premisa general del análisis, conviene subrayar que el concepto de modelo de crecimiento/desarrollo económico concierne a la forma particular de organizar la actividad productiva y relacionarse con el exterior de un determinado país, forma organizativa inscrita en un determinado modo de producción (capitalista o socialista estatalista, para referirnos a los predominantes en el siglo XX).

El modelo intervencionista/desarrollista

A partir de los años 30 del referido siglo XX se pudo detectar un notable fenómeno en Latinoamérica relativo a que, inicialmente en los países más evolucionados del área (Argentina, Brasil, México y Chile), y con posterioridad a la II Guerra Mundial en el caso de países como el Ecuador, comenzó a emerger una nueva forma de administración de la economía.

Se alude a la progresiva implantación de una estrategia desarrollista/intervencionista, en reemplazo del modelo liberal clásico basado en el Estado lesseferiano y en la producción y exportación de bienes primarios; es decir, en un pretendido reemplazo del esquema agroexportador y extractivista de raigambre colonial.
Configuraron la nueva estrategia el proteccionismo, una industrialización sustitutiva deliberada de importaciones, el robustecimiento institucional, la creación de empresas estatales, la redistribución del ingreso.

El Estado intervencionista/desarrollista se sustentó teóricamente en la premisa del deterioro secular de los términos de intercambio para los países latinoamericanos y en el postulado del capitalismo nacional autónomo, enfoques que fueran desglosados por Raúl Prebisch y una notable generación de economistas agrupados en la CEPAL y otras entidades similares.

El modelo intervencionista/desarrollista encontró su soporte material en el incremento de la demanda internacional y en la bonanza de los precios de las exportaciones primarias latinoamericanas en el marco del segundo conflicto mundial y la Guerra de Corea (1950-1953).  Surgió con dos componentes sustantivos.  El primero, el impulso al desarrollo del capitalismo en la región mediante la industrialización sustitutiva, las nacionalizaciones de las riquezas básicas y la creación de empresas estatales para la producción de bienes y servicios (petróleo, cobre, hierro, cemento, electricidad, comunicaciones).  La planificación indicativa, obligatoria para el sector público y referencial para los inversionistas privados, fue otra de las importantes contribuciones del pensamiento cepalino. 

La estrategia intervencionista, en tanto fórmula de capitalismo de Estado, tenía como propósito cardinal vigorizar la producción y el empleo con acciones enmarcadas en proyectos nacionales de largo plazo.

El segundo componente de la estrategia de marras fue la instrumentación de políticas encaminadas a suavizar las profundas brechas sociales derivadas de la implantación del capitalismo en el continente en medio de complejas y heterogéneas matrices productivas.  Esta orientación se tradujo en el incremento de las remuneraciones a la clase obrera, la implantación y/o robustecimiento de sistemas de seguridad social y los incrementos de las asignaciones presupuestarias para la educación, la salud, la salubridad, la vivienda, la construcción de infraestructura económica y social; es decir, se trató de una propuesta de impulso de un Estado social que, paralelamente, debía permitir consolidar el mercado interno y asegurar la reproducción ampliada de economías nacionales cada vez más autodeterminadas.  Promesas y/o realidades atractivas para amplios sectores medios y populares de nuestras naciones.

A fines de los 60, el modelo desarrollista-intervencionista mostrará síntomas de agotamiento debido a factores como la caída de la demanda externa y de los precios de los bienes primarios, con los subsecuentes desequilibrios comerciales, la sobrecarga fiscal y los déficit presupuestarios, el elevado costo de industrializaciones frecuentemente indiscriminadas y postizas, así como la frustración general de reformas agrarias concebidas para dejar intactos los latifundios de cuño señorial.  Amén del fracaso de experimentos de integración de fundamentación crematística, como la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano (MCCA).

Neoliberalismo y reestructuración subordinada

La extenuación del modelo desarrollista en América Latina derivó en intensas disputas políticas -incluso en la aparición de guerrillas urbanas y rurales- entre fines de los 60 y comienzos de los 70, confrontaciones que dividieron a nuestras sociedades en dos polos antagónicos.

Al polo de izquierda adhirieron los partidarios de la radicalización del modelo desarrollista-intervencionista, lo cual derivó en el surgimiento de movimientos e incluso gobiernos nacionalistas, populares y antiimperialistas como el Frente Amplio en Uruguay, el segundo peronismo en Argentina, Velasco Alvarado en Perú y Juan José Torres en Bolivia.  Más aún, y por vía electoral, accedió a la presidencia de Chile Salvador Allende con su propuesta de transición pacífica al socialismo (con “empanada y vino tinto”, al decir de los entusiastas militantes y simpatizantes de la Unidad Popular). 

Al polo derechista confluyeron sectores oligárquicos y filoimperialistas, refractarios a las conquistas sindicales y sociales, propugnadores del Estado promonopólico, la regresión radical al modelo primario extractivista y la apertura incondicional al capital externo (los neoliberales, conforme se los identificará en tiempos ulteriores).

La victoria manu militari de estos grupos y la subsecuente instauración de dictaduras fascistas en el Cono Sur a comienzos de los 70, lograda con el desembozado respaldo de Washington (recordar el Plan Cóndor), así como el shock internacional de la deuda de 1982, sustentaron una larga hegemonía regional del neoliberalismo/monetarismo –el denominado darwinismo económico- con su panoplia de programas de ajuste recesivo y reformas estructurales/liberales prescritos por entidades como el FMI, el Banco Mundial, el BID y la CAF que afianzaron la dictadura del capital financiero metropolitano y nativo en detrimento del capital productivo. 
 Medidas específicas del neoliberalismo fueron -continúan siendo- la privatización de las empresas estatales y paraestatales, la liberalización de precios, el congelamiento/reducción de sueldos y salarios, la eliminación de los subsidios a los sectores populares (no al capital monopolista), el desarme arancelario, la elevación de las tarifas de los servicios públicos, los despidos masivos de obreros y empleados públicos.  De modo sumario podría decirse que el conjunto de políticas y medidas reseñadas respondían a una estrategia metropolitana de ajustes recesivos para normalizar un esquema de dependencia de corte colonial.

Friedrich Hayek, Milton Friedman y sus epígonos criollos, los represores conosureños como Banzer, Pinochet y Videla, los viejos partidos oligárquicos, la Gran Prensa, los oportunistas sectores medios y el lumpenproletariado, cada cual con sus propias armas, implantaron en estas latitudes ese modelo económico tan caro al capital monopolista internacional y nativo. 

A partir de los 90, la estrategia neoliberal buscará perpetuarse bajo el esquema político de una democracia formal y ritualista, opuesta a la democracia profunda (al “mandar obedeciendo” de la vieja sabiduría los pueblos originarios.)
El arquetipo del remozado esquema de dominación, expoliación y alienación fue el Chile de la Concertación Democrática.
A la disección de estos regímenes posdictatoriales y regresivos, el malogrado compatriota Agustín Cueva dedicó su libro Las democracias restringidas en América Latina. (Ed. Planeta, Quito,1988)

Acción y reacción

Los devastadores efectos de ese “capitalismo salvaje” en Latinoamérica terminaron por desatar heteróclitas contestaciones.

A la larga resistencia de la Cuba revolucionaria a las agresiones de toda índole provenientes especialmente de Washington, se añadieron acontecimientos como el “caracazo” de 1989, insurgencia del pobretariado venezolano que selló la suerte de la corrupta administración de Carlos Andrés Pérez; la rebelión de las comunidades indígenas en el Ecuador comandada por la CONAIE que, en el verano de 1990, enfiló contra el régimen “socialdemócrata” de Rodrigo Borja para reivindicar el dominio de sus territorios ancestrales; el emblemático “¡Ya basta!” zapatista del 1 de enero de 1994 con que los invisibles descendientes de los mayas exteriorizaron su repudio al colonialista TLC México-Estados Unidos y universalizaron las impugnaciones a la globalización corporativa; las luchas por el territorio y la defensa del ambiente de los Sin Tierra en el Brasil; las espontáneas contestaciones de los piqueteros argentinos; la “guerra del agua” en Cochabamba; las nuevas y heroicas acciones de los mapuches y la Rebelión de los Pingüinos contra la “educación de mercado” en Chile; la “Comuna de Oaxaca”; las sangrientas confrontaciones de los campesinos contra la reforma agraria “al revés” que empujaba/empuja la oligarquía liberal-conservadora colombiana con mediación del Ejército y sus bandas paramilitares, y, en fin, la cruzada continental contra el ALCA que culminó con su archivo al menos temporal el año 2005.

De su lado, las luchas parlamentarias en contra del fundamentalismo liberal y sus corolarios de la reestructuración subalterna se tradujeron en una cadena de triunfos electorales, iniciada con la victoria de Hugo Chávez en las presidenciales venezolanas de 1998.
A la disección de la apoteosis y actual desplome de los gobiernos similares al de Chávez Frías, dedicaremos una segunda parte de este análisis.
René Báez
International Writers Association